La frase «Educar con disciplina positiva» a veces nos genera confusión. Cuando escuchamos la palabra disciplina, lo primero que nos viene a la cabeza suelen ser palabras como orden y autoritarismo. Pero lo cierto es que el origen de este término deriva del latín “discipulus” y su significado vendría a ser como “aprendiz”.
En este sentido, la disciplina positiva busca que el niño aprenda a ser responsable, empático y respetuoso a través de una crianza basada en el equilibrio entre la amabilidad y los límites respetuosos.
¿Es posible educar con firmeza y amabilidad al mismo tiempo?
La respuesta es SÍ.
A continuación, encontrarás 10 claves para educar con disciplina positiva:
- Sé amable y firme:
Todos coincidimos que caer en el autoritarismo o en la permisividad son dos extremos opuestos y, sin embargo, ambos comparten consecuencias negativas a largo plazo. La disciplina positiva afirma que se puede llegar al punto medio siendo firmes y amables a la vez. La firmeza se consigue aplicando límites que respeten al niño, haciéndoles partícipes de las consecuencias de sus comportamientos y siendo coherentes con nuestras palabras y acciones.
- En el siguiente ebook gratuito, puedes encontrar muchos ejemplos prácticos para que los límites sean firmes y a la vez amables:
- Empatiza:
Dejar de lado la mirada de padres y empezar a ver el mundo desde los ojos de nuestros hijos nos permitirá entender su comportamiento, sus emociones y comunicarnos de forma eficaz y positiva.
- Respeta su etapa:
Sin darnos cuenta, muchas veces pedimos más de lo que nuestros hijos pueden hacer. Pedimos que nos comprendan, que entiendan que su conducta no es la correcta, que aprendan a gestionar la ira como los adultos. Sin embargo, nos olvidamos de que sólo son niños. Que aún no tienen su cerebro racional desarrollado como el de los adultos, que los niños cuando sienten emociones, las sienten intensamente. Ser consciente de la etapa de desarrollo que vive tu hijo te permitirá entenderlo, respetarlo y aceptar las situaciones del día a día.
- Escucha, comprende y gestiona tus emociones:
Vale, quizás pienses que me he equivocado con este punto. ¿Comprender mis emociones? ¿La pregunta no debería ser comprender las emociones de mi hijo? Y sí, tienes razón. Es importante escuchar y comprender los sentimientos de tu hijo, pero es igual o más importante primero observar y entender los tuyos. ¿Qué sientes en tu día a día? ¿Cómo expresas tus emociones? ¿Cómo las gestionas?
- Enséñale a ser responsable:
Cuando se castiga a un niño, le estamos enseñando a sentirse mal ante una conducta, pero no a ser responsables de ella. Pactar consecuencias (y en el mejor de los casos, explicar las consecuencias naturales de sus actos) y ser coherentes con ellas ayudará al niño a ser responsable de su comportamiento.
- Hazle participe de su aprendizaje:
Pactar con los niños ciertos límites y consecuencias fomentan la colaboración y la implicación. Asimismo, si quieres que tu hijo sea autónomo y responsable, también es importante hacerles más preguntas en vez de tomar nosotros las decisiones por ellos.
- Entiende el error como una forma de aprender:
Cuando nos equivocamos solemos sentir culpa, porque nos han enseñado que el error es siempre malo y que muchas veces viene seguido de castigo o de sermones que nos culpabilizan y nos vacían de autoestima. Sin embargo, cuando cambiamos de perspectiva y observamos el error como una oportunidad para aprender, nos responsabilizamos de ellos y nos movemos hacia el cambio.
- Céntrate en el presente:
Cuando estés con tu hijo, estate con él. Olvídate por un momento de tus responsabilidades, del trabajo, de las tareas pendientes. Simplemente, disfruta del momento presente. Obsérvale, participa en su juego, muéstrale cariño, reíros juntos.
- Recuerda que eres el modelo de tu hijo:
La manera en la que observas e interpretas el mundo es la manera en la que ellos observan e interpretan su mundo. Si no quieres que tu hijo grite, no grites tú primero. SI quieres que hablen con respeto, háblales con respeto.
- Dile y demuéstrale que le quieres:
Muéstrale amor incondicional SIEMPRE. Con palabras, con acciones, con comunicación no verbal. Un niño, igual que los adultos, queremos sentirnos queridos. Así que no sólo es importante decirle cuánto lo quieres, sino que se lo tienes que demostrar, enseñarle que estás allí, siempre, pase lo que pase.
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